Desde que se inició la ayuda humanitaria a los refugiados venezolanos en 2016, la educación fue siempre uno de los pilares del trabajo de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional en los cinco refugios que administra en Roraima. A lo largo de este período, aproximadamente 3000 niños, jóvenes y adolescentes ya pasaron por uno o más de los programas que desarrollan en el estado.
Hay proyectos también destinados a la población adulta y encaminados a los educadores, que necesitan nuevos conocimientos para abordar las situaciones que trae el refugio, como la Pedagogía de Emergencia, o del Trauma, como también se la conoce, un método desarrollado para que niños emocionalmente afectados recuperen la confianza en sí mismos y en las personas que los rodean.
Además de que la educación es fundamental para el desarrollo de cada ser humano, la Fraternidade entiende que la experiencia educativa refuerza la capacidad de recuperación y la resiliencia de los niños y adolescentes, que han tenido que dejar a familiares, amigos y la comodidad de sus hogares para enfrentar los desafíos inherentes a la condición de refugiados y los de reanudar la vida en un país extranjero.
En el testimonio de la educadora Omerys Maria Diaz Mensoza, es posible observar el impacto de los programas de la Fraternidade en los niños y en los propios educadores.