En los tiempos convulsionados de hoy vemos crecer, día a día, el número de mujeres, hombres, niños, jóvenes y ancianos que atraviesan carreteras, ciudades y mares en busca de restaurar las perspectivas de vida arruinadas por guerras, conflictos o calamidades ambientales.
La Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional (FFHI) asumió la responsabilidad de tener una mirada compasiva y fraterna a cada uno de estos seres, supliendo las necesidades materiales más urgentes y, a través de los valores dirigidos al bien común, elevarlos en consciencia a una existencia digna.
Para lograr esta misión, cuenta con la colaboración de un equipo de voluntarios abnegados. Más que eso: todo el trabajo que hace la red de la fraternidad lo hacen voluntarios.
Como explica Fray Luciano, director general de la Fraternidad – Humanitaria (FHHI), entre la institución y el voluntario se establece un vínculo de apoyo mutuo, fundamental para la prestación de la ayuda humanitaria:
“La Fraternidad – Humanitaria (FHHI) asegura de antemano todo lo que el voluntario necesita durante el período en el que actúa en representación de la institución: alimentación, alojamiento, transporte, salud, dejando a la consciencia y el tiempo del voluntario totalmente enfocado en estar disponible para identificar la situación que está viviendo el otro; teniendo la posibilidad de encontrar una solución basada en escuchar a la población e interactuar con ella para tratar de percibir la mejor solución, qué opciones existen, cómo colaborar.
El voluntario tiene mucho valor, porque trabaja por el amor al prójimo, por amor a esa situación que se le presenta, y que necesita una acción equilibrada para que pueda actuar ahí y estar con la consciencia totalmente libre de obstáculos y despreocupados de retornos materiales. .
Y nosotros, además de acoger al voluntario (…) tenemos un trabajo realizado a través del sector de Entrenamiento y Desarrollo, que es un trabajo de formación del equipo de voluntarios. Los voluntarios son capacitados en cinco ejes fundamentales y luego trabajarán en uno o más ejes, según el código de conducta de la Fraternidad – Humanitaria (FHHI), con los valores internos y éticos que desarrolla la institución y con la capacitación técnica profesional. Las certificaciones aseguran que nuestro desempeño, siendo voluntario, no está menos respaldado por una capacitación profesional. De esta forma se asegura la búsqueda de excelencia continua por parte de nuestros equipos.
Como no nos interesa una contrapartida a lo que hacemos, incluso cuando hay alguna inestabilidad material, alguna situación excepcional, el voluntario está preparado. Tiene valores que la Fraternidad – Humanitaria (FHHI) normalmente desarrolla para donar un poco más de sí mismo, y no ve allí un obstáculo, sino una oportunidad aún mayor para donarse y servir a los demás, a pesar de la excepcionalidad o la sobrecarga de una pandemia, del riesgo de contaminación, de asistencia durante la noche, son situaciones en las que, como voluntarios, ofrecemos nuestra presencia para donar con excelencia, con profesionalismo, con hermandad, con fraternidad. Estamos disponibles y esto es de gran valor; es uno de los mayores valores que desarrolla la Fraternidad – Humanitaria (FFHI)”.
Historias de misioneras que sirvieron en las misiones humanitarias desarrolladas por la Fraternidad – Humanitaria (FFHI)
Isabella Ataídes es una voluntaria que trabajó en la Misión Roraima y ha tenido varias experiencias en la respuesta humanitaria. Su motivación proviene de la época de la universidad cuando eligió estudiar principalmente las áreas de migración y refugio. Trabajó en la Misión Brumadinho, en la Pastoral do Migrante, en Florianópolis, y en Francia, en la ciudad de Calais, con refugiados en situación de calle. En su trabajo de fin de curso en el área de medios de vida, abordó la estrategia de supervivencia de los refugiados sirios en el campo de refugiados de Zaatari en Jordania.
Esta experiencia la llevó a acompañar al sector de Medios de Vida de la Misión Roraima, que tiene como objetivo brindar soluciones duraderas a los refugiados, ofreciendo cursos de calificación, como informática, corte de pelo, panadería y liderazgo.
“Me encanta trabajar en esta área, porque podemos ver los sueños que tienen [los refugiados], los anhelos. Ellos están sorprendiendo bastante en los cursos; están demostrando ser muy responsables, dedicados. Se puede ver que están recibiendo el impulso de seguir con la vida; están pensando en el futuro, en el trabajo; en fin, en otros cursos. Ya es posible ver los frutos”, destaca la misionera.
Las experiencias más impactantes para Isabella son aquellas en las que tuvo contacto más cercano con los refugiados en los cursos y, en particular, con los niños indígenas del Refugio Janokoida, quienes desbordan de pureza y amor, matizando la relación respetuosa entre voluntarios y personas asistidas.
Según ella, “escuchar sus historias, escuchar sus sueños, verlos esforzarse por llegar a algún lado, nos inspira mucho para seguir, porque vemos que de alguna manera el trabajo está generando resultados. Aunque aún sean pequeños pasos, sentimos que estamos contribuyendo en alguna medida, y lo que se aprende es mucho más de lo que se hace aquí, porque en la resiliencia que tienen para seguir sonriendo, para seguir cuidándose unos a otros a pesar de toda la situación que viven, se ve que realmente no guardan rencor y siguen viviendo con amor”.
Y concluye: “Aprendí mucho en el área humanitaria del refugio, que es el área que me interesa como estudio, porque puedo ver en la práctica la relación de las instituciones con el desempeño de cada actor en el campo; ver cómo funciona la Fraternidad – Humanitaria (FHHI), ver las diferencias de cada organización y el trabajo cualitativo que hace FFHI. Estoy muy feliz de llevar la camiseta de la Fraternidad – Humanitaria (FHHI) porque se ve que los beneficiarios la valoran mucho, tienen un gran reconocimiento por todo el trabajo de la institución, por este trabajo más con el individuo, además de trabajar con el colectivo, o cuidar a cada persona dentro de los refugios y también fuera”.
Con la misma vocación por el bien común, Viviane Naves cuenta que se puso en contacto con la misión humanitaria de la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) a través de videos y del sitio web institucional.
Motivada por los mensajes de Cristo y la urgente necesidad de ayudar a las personas más necesitadas, realizó una vivencia misionera en Carmo da Cachoeira (MG) en 2018 y este año, por primera vez, estuvo en misión humanitaria.
Fue profesora en el laboratorio de informática en el Refugio Janokoida, en Pacaraima y también en el refugio Pintolândia, en Boa Vista. Asistió a los alumnos en las tareas escolares, desarrolló actividades de dibujo, coordinación motora fina, atención, concentración, uso de colores, formas geométricas y líneas. También tuvo la oportunidad de ayudar en la venta de artesanías producidas por mujeres Warao del refugio Janokoida.
Sensibilizados por la animación de los niños en las clases de informática, cuando regresan a casa llevan una importante experiencia de aprendizaje:
“Nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Las tareas son muchas, pero hagas lo que hagas, debe ser con mucho amor, atención y dedicación”.
La respuesta humanitaria que brinda la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) para enfrentar la situación de vulnerabilidad de los refugiados en el país y en el exterior, no sería posible sin el trabajo incondicional de voluntarios que, independientemente de su área de experiencia, deciden donarse espontáneamente sin nada aspirar a cambio, y recibiendo solo lo necesario para poder ofrecer lo mejor de sí al otro.
A todos los voluntarios que hacen posible esta misión de amor, ¡nuestro agradecimiento!
Para conocer más sobre el trabajo voluntario, visite: fraterinternacional.org.br